Desde que hice mi primera travesía a los 20 años, 10 días por la cordillera con un grupo de personas, en la Patagonia argentina, supe que lo quería hacer por el resto de mi vida. Me conecta directamente con mi espíritu, como la meditación…
Ponerme las botas para salir a andar es prepararme para la aventura, nunca sé con qué me voy a encontrar, pero hay algo seguro: volveré feliz, como siempre, diciendo: ¡Qué bueno que lo hice!
Sin embargo, hay algo más con lo que disfruto como loco: